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lunes, 11 de julio de 2016

Sindrome de Estocolmo 3




Ausencia de otra perspectiva diferente a la del abusador


En las relaciones de abuso y control, las víctimas tienen la sensación de andar siempre "con pies de plomo", temerosas de decir o hacer algo que pudiera dar lugar a un estallido de violencia. Para sobrevivir, comienzan a ver el mundo desde la perspectiva del abusador. Empiezan a arreglar las cosas que podrían dar lugar a un estallido, actúan de modos que saben que agradarán al abusador o evitan aspectos de sus propias vidas que podrían causar un problema. Si sólo tenemos una moneda en el bolsillo, entonces la mayoría de nuestras decisiones se convierten en decisiones financieras. Si nuestra pareja es un abusador o controlador, entonces la mayoría de nuestras acciones están basadas en nuestra percepción de la posible reacción del abusador. Empezamos a centrarnos en las necesidades, deseos y hábitos del abusador/controlador.




La adopción del punto de vista del abusador puede ser tan intensa que la víctima siente rabia hacia aquellos que intentan ayudarla. El abusador ya estaba enfadado y resentido con cualquiera que pudiera proporcionar apoyo a la víctima, y por lo general utiliza múltiples métodos y manipulación para aislar a la víctima de los demás. Cualquier contacto que la víctima tenga con personas que la apoyan es recibido con acusaciones, amenazas o estallidos violentos. Entonces las víctimas se alejan de sus familias, temiendo que el contacto familiar pueda provocar abuso adicional y violencia en la casa. En este punto, las víctimas reniegan de sus padres y amigos, diciéndoles que no llamen y dejen de interferir y rompen la comunicación con otros. De acuerdo con el abusador/controlador, empieza a verlos como personas que causan problemas y hay que evitar. Muchas víctimas amenazan con denunciar a sus familias y amistades si continúan "interfiriendo" o tratan de ayudar a la víctima en su situación. Si una llamada casual de su madre da lugar a un estallido temperamental de dos horas de duración con amenazas y acusaciones, la víctima se da cuenta de que es más seguro si su madre deja de llamar. Si simplemente decirle que deje de llamar no es suficiente, la víctima puede, por su propia seguridad, acusarla de intentar arruinar la relación y exigir que no llame más.





En casos severos de síndrome de Estocolmo en la relación, la víctima puede tener problemas para dejar al abusador y puede pensar que la situación abusiva es culpa suya. Durante intervenciones policiales, la víctima puede pensar que la detención de su pareja por abuso físico es culpa de ella. Algunas mujeres permiten que los servicios sociales se lleven a sus hijos antes que romper la relación con su maltratador. Dado que adoptan la perspectiva del abusador, los niños cometieron un error: se quejaron de la situación, llamaron la atención de las autoridades y pusieron en peligro la relación de los adultos. Por desgracia, los niños llegan a convertirse en una amenaza para la seguridad de la víctima. Para quienes padecen el síndrome de Estocolmo, permitir que se lleven a los niños de la casa disminuye su estrés y proporciona un ambiente más sano emocional y físicamente para los niños.

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