El simple roce, un cruce de miradas o una frase pueden “sacarnos de quicio” dependiendo quién esté enfrente. La intolerancia es un problema muy actual que nos lleva a no soportar tener contacto con otros y que puede empeorar las relaciones.
Existe una línea muy delgada entre la tolerancia y la falta de ella. Parece ser que cada vez somos menos pacientes o amables con los otros, que nos cuesta mucho ponernos en sus lugar y entender que la confrontación no lleva a ninguna parte.
¿Qué grado de intolerancia tienes?
Partiremos de la base de que todos somos o hemos sido intolerantes, ya sea por un mal día o porque la tolerancia no forma parte de nuestro valores. Triste, pero real. Vayamos a las situaciones cotidianas, que es donde podemos analizar nuestro grado de aceptación o negación hacia los otros.Por ejemplo si vamos por la calle y chocamos con alguien porque va mirando el teléfono, si estamos en el metro al lado de alguien que prácticamente nos estornuda en la cara o si en un restaurante el comensal de enfrente sorbe la sopa ruidosamente… puede crecer en nosotros un cabreo serio.
Pero aún hay más: si un colega de la oficina arrastra los pies al caminar o una compañera pisa fuerte con los tacones, si nuestra pareja o amigo se distrae cuando le estamos contando algo importante o si en el cine te toca un “comentador” de películas al lado… no es raro que empecemos a echar humo por las orejas.
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